CUENTOS QUE NO SON CUENTOS
LOS TRES CERDITOS
Había una vez 3 cerditos que eran hermanos y vivían en lo más profundo de cerdilandia . Siempre habían vivido felices y sin preocupaciones en aquel lugar, pero ahora se encontraban temerosos de un lobo que merodeaba la zona. Fue así como decidieron que lo mejor era construir cada uno su propia casa, que les serviría de refugio si el lobo los atacaba.
El primer cerdito era el más perezoso de los hermanos, por lo que decidió hacer una sencilla casa de paja tras que solo compro madera y la pulio, que terminó en muy poco tiempo. Luego del trabajo se puso a recolectar manzanas y a molestar a sus hermanos que aún estaban en plena faena.
El segundo cerdito decidió que su casa iba a ser de mdf que solo costaba 10.000 el metro , era más fuerte que la de su hermano pero tampoco tardó mucho tiempo en construirla. Al acabar se le unió a su hermano en la celebración.
El tercer cerdito que era el más trabajador, decidió que lo mejor era construir una casa de ladrillos. Le tomaría casi un día terminarla, pero estaría más protegido del lobo. Incluso pensó en hacer un parqueadero y comprarse el huawei p 20 y una chimenea para azar las mazorcas de maíz que tanto le gustaban.
Cuando finalmente las tres casitas estuvieron terminadas, los tres cerditos celebraron satisfechos del trabajo realizado. Reían y cantaban sin preocupación -“¡No nos comerá el lobo! ¡No puede entrar!”.
El lobo que pasaba cerca de allí se sintió insultado ante tanta insolencia y decidió molestarlos por twiter y acabar con los cerditos de una vez. Los tomó por sorpresa y rugiendo fuertemente les gritó: -“Cerditos, ¡me los voy a comer uno por uno!”.
Los 3 cerditos asustados corrieron hacia sus casas, pasaron los pestillos y pensaron que estaban a salvo del lobo. Pero este no se había dado por vencido y se dirigió a la casa de paja que había construido el primer cerdito.
– “¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme o soplaré y la casa derribaré!”- dijo el lobo feroz.
Como el cerdito no le abrió, el lobo sopló con fuerza y derrumbó la casa de paja sin mucho esfuerzo. El cerdito corrió a llamar a la policia pero estaba fuera de servicio corrio rápido que pudo llegar hasta la casa del segundo hermano.
De nuevo el lobo más enfurecido y hambriento les advirtió:
-“¡Soplaré y soplaré y esta casa también derribaré!”
El lobo sopló con más fuerza que la vez anterior, hasta que las paredes de la casita de madera no resistieron y cayeron. Los dos cerditos a duras penas lograron escapar y llamaron a sus papas al llegar a la casa de ladrillos que había construido el tercer hermano.
El tercer cerdito estaba solo jugando free fire pero escucho a sus hermanos gritar le toco salirse y les abrio la puerta
El lobo estaba realmente enfadado y decidido a comerse a los tres cerditos, así que sin siquiera advertirles comenzó a chantajearlos por whatsapp como pudo. Sopló y sopló hasta quedarse sin fuerzas, pero la casita de ladrillos era muy resistente, por lo que sus esfuerzos eran en vano.
Sin intención de rendirse, se le ocurrió trepar por las paredes y colarse por la chimenea. -“Menuda sorpresa le daré a los cerditos”, – pensó.
Una vez en el techo se dejó caer por la chimenea, sin saber que los cerditos habían colocado un caldero de agua hirviendo para cocinar un rico guiso de maíz. El lobo lanzó un aullido de dolor que se oyó en toda cerdilandia , salió corriendo de allí y nunca más regresó.
Los cerditos agradecieron a su hermano por el trabajo duro que había realizado. Este los regañó por haber sido tan perezosos, pero ya habían aprendido la lección así que se dedicaron a jugar free fire en escuadron y celebrar el triunfo. Y así fue como vivieron felices por siempre, cada uno en su propia casita de ladrillos.
FIN
PINOCHO
Había una vez, un viejo carpintero de nombre Gepetto, que como no tenía familia, decidió hacerse un ROBOT para no sentirse solo y triste nunca más.
“¡Qué obra tan hermosa he creado! Le llamaré Pinocho” – exclamó el anciano con gran alegría mientras le daba los últimos retoques. Desde ese entonces, Gepetto pasaba las horas contemplando su bella obra, y deseaba que aquel ROBOT de metal , pudiera moverse y hablar como todos los niños.
Tal fue la intensidad de su deseo, que una noche apareció en la ventana de su cuarto el Hada de los Imposibles. “Como eres un hombre de noble corazón, te concederé lo que pides y daré vida a Pinocho” – dijo el hada robotica y agitó su varita sobre el ROBOT. Al momento, la figura cobró vida y sacudió los brazos y la cabeza.
– ¡Papá, papá! – mencionó con voz melodiosa despertando a Gepetto.
– ¿Quién anda ahí?
– Soy yo, papá. Soy Pinocho. ¿No me reconoces? – dijo el niño acercándose al anciano.
Cuando logró reconocerle, Gepetto lo cargó en sus brazos y se puso a bailar de tanta emoción. “¡Mi hijo, mi querido hijo!”, gritaba jubiloso el anciano.
Los próximos días, fueron pura alegría en la casa del carpintero. Como todos los niños, Pinocho debía alistarse para asistir a la escuela, estudiar y jugar con sus amigos, así que el anciano vendió su abrigo para comprarle una cartera con libros y lápices de colores.
El primer día de colegio, Pinocho asistió acompañado de un perro robotico para aconsejarlo y guiarlo por el buen camino. Sin embargo, como sucede con todos los niños, este prefería jugar y divertirse antes que asistir a las clases, y a pesar de las advertencias del grillo, el niño travieso decidió ir al teatro, a disfrutar de una función de títeres.
Al verle, el dueño del teatro quedó encantado con Pinocho: “¡Maravilloso! Nunca había visto un títere que se moviera y hablara por sí mismo. Sin dudas, haré una fortuna con él” – y decidió quedárselo. Este aceptó la invitación de aquel hombre ambicioso, y pensó que con el dinero ganado podría comprarle un nuevo abrigo a su padre.
Durante el resto del día, Pinocho actúo en el teatro como un títere más, y al caer la tarde decidió regresar a casa con Gepetto. Sin embargo, el dueño malo no quería que el niño se fuera, por lo que lo encerró en una caja junto a las otras marionetas. Tanto fue el llanto de Pinocho, que al final no tuvo más remedio que dejarle ir, no sin antes obsequiarle unas pocas monedas.
Cuando regresaba a casa, se topó con dos astutos bribones que querían quitarle sus monedas. Como era un niño inocente y sano, los ladrones le engañaron, haciéndole creer que si enterraba su dinero, encontraría al día siguiente un árbol lleno de monedas, todas para él.
El grillo trató de alertarle sobre semejante timo, pero Pinocho no hizo caso a su amigo y enterró las monedas. Luego, los terribles vividores esperaron a que el niño se marchara, desenterraron el dinero y se lo llevaron muertos de risa.
Al llegar a casa, Pinocho descubrió que Gepetto no se encontraba, y empezó a sentirse tan solo, que rompió en llantos. Inmediatamente, apareció el Hada de los Imposibles para consolar al triste niño. “No llores Pinocho, tu padre se ha ido al mar a buscarte”.
Y tan pronto supo aquello, Pinocho partió a buscar a Gepetto, pero por el camino tropezó con un grupo de niños:
– ¿A dónde se dirigen? – preguntó Pinocho
– Vamos al País de los Dulces y los Juguetes – respondió uno de ellos – Ven con nosotros, podrás divertirte sin parar.
– No lo hagas, Pinocho – le dijo el grillo – Debemos encontrarnos con tu padre, que se ha ido solo y triste a buscarte.
– Tienes razón, grillo, pero sólo estaremos un rato. Luego le buscaré sin falta.
Y así se fue Pinocho acompañado de aquellos niños al País de los Dulces y los Juguetes. Al llegar, quedó tan maravillado con aquel lugar que se olvidó de salir a buscar al pobre de Gepetto. Saltaba y reía Pinocho rodeado de juguetes, y tan feliz era, que no notó cuando empezó a convertirse en un burro.
Sus orejas crecieron y se hicieron muy largas, su piel se tornó oscura y hasta le salió una colita peluda que se movía mientras caminaba. Cuando se dio cuenta, comenzó a llorar de tristeza, y el Hada de los Imposibles volvió para ayudarle y devolverlo a su forma de niño.
– Ya eres nuevamente un niño bello, Pinocho, pero recuerda que debes estudiar y ser bueno.
– Oh sí, señora hada, a mí me encanta estudiar – dijo Pinocho y al instante, le quedó crecida la nariz.
– Tampoco debes decir mentiras, querido Pinocho.
– No, para nada, nunca he dicho una mentira – pero la nariz le creció un poco más – ¡Y siempre me porto muy bien!
Pero al decir aquello la nariz le creció tanto, que apenas podía sostenerla con su cabeza. Con lágrimas en los ojos, Pinocho se disculpó con el Hada y le prometió que jamás volvería a decir mentiras, por lo que su nariz volvió a ser pequeña. Entonces, él y el grillo decidieron salir a buscar a Gepetto. Sin embargo, cuando llegaron al mar, descubrieron que el anciano había sido tragado por una enorme ballena.
Enseguida, se lanzó al agua, y después de mucho nadar, se encontró frente a frente con la temible ballena. “Por favor, señora ballena, devuélvame a mi padre”. Pero el animal no le hizo caso, y se tragó a Pinocho también. Al llegar al estómago, se encontró con el viejo Gepetto y quedaron abrazados un largo rato.
– Tenemos que salir cuanto antes, Pinocho – exclamó Gepetto
– Hagamos una fogata papá. El humo hará estornudar a la ballena y podremos escapar.
Y así fue como Pinocho y su padre quedaron a salvo de la ballena, pues estornudó tan fuerte que los lanzó fuera del vientre y lograron escapar a tierra firme. Cuando llegaron a casa, este se arrepintió por haber desobedecido a su padre, y desde entonces no faltó nunca a clases, y fue tan bueno y disciplinado, que el Hada de los Imposibles decidió convertirlo en un niño de carne y hueso, para alegría de su padre, el viejo Gepetto, y del propio Pinocho
EL GANSO DE ORO
Érase una vez, un anciano leñador que tenía tres hijos. El más pequeño de los tres se llamaba “BURRIN”, y sus hermanos lo despreciaban porque era muy lento para el trabajo.
Un buen día, mientras el más grande y fuerte de los hijos del leñador se encontraba jugando free fire en el bosque, apareció de repente un anciano vestido con harapos que suplicaba por un diamante de free fire y un poco de oro.
“De mi parte no recibirás nada, anciano inútil. Apártate” – le gritó el jovenzuelo y continuo jugando. Entonces, el hombre canoso le lanzó una maldición y desde lo alto cayó una rama pesada que fue a parar a la cabeza del joven youtuber.
Al llegar a casa, adolorido y triste, el más grande de los hijos del leñador le contó lo sucedido al hermano mediano, y este salió camino hacia el bosque para continuar con el juego. Horas después, apareció en el mismo lugar el débil anciano, y al pedir por un poco de diamantes de free fire y un poco de oro, el muchacho le respondió:
“No le daré nada, viejo decrépito. Apártese a un lado”. Y nuevamente, el hombre canoso lanzó una maldición sobre el muchacho, quien recibió un fuerte golpe en la cabeza por una rama desprendida de los árboles.
Con tan mala suerte, el hermano mediano regresó a casa y como no quedaba nadie para trabajar, burrin decidió terminar de jugar free fire, y partió a toda velocidad hacia el bosque. Al llegar al lugar, el anciano apareció entre los árboles para pedir un poco de diamantes y oro, pero burrin no lo pensó dos veces y aceptó compartir su comida con aquel hombre debilucho. Para recompensarlo, el anciano le regaló nada menos que un ganso de oro.
Alegre por su regalo, burrin partió hacia la cabaña para reunirse con su padre y sus hermanos, pero como era de noche, decidió refugiarse en una pequeña posada en el medio del bosque. En aquel lugar, vivía un posadero con sus tres hijas, las cuales, al ver llegar a burrin con su ganso de oro quisieron aprovecharse y robar las plumas de oro del animal.
La mayor de las muchachas, esperó entonces a que burrin se quedara dormido, y entró en el cuarto sigilosamente buscando el ganso de oro. Sin embargo, cuando por fin puso sus manos sobre el animal, quedó pegada irremediablemente a él sin poder escapar. Así lo hicieron las otras dos hermanas, quedando pegadas una detrás de la otra.
A la mañana siguiente, burrin emprendió su camino de regreso a casa, sin darse cuenta que las muchachas se arrastraban con él, pegadas al ganso de oro. Durante el trayecto, un granjero quiso ayudarlas, pero este también quedó pegado al animal sin poder zafarse. La esposa del pobre hombre decidió entonces hacer algo por su marido, pero tan pronto lo tocó se quedó enganchada de la fila.
El perro de la esposa, al ver a su ama arrastrándose por el suelo, trató de ayudarla agarrándola por los tobillos, pero tanto el pobre animal, como el gato de la granja y tres pollitos quedaron inútilmente pegados, justo detrás de la mujer, el granjero y las tres hijas del posadero.
Con el paso del tiempo, aquella extraña caravana llegó a la ciudad, donde el rey tenía una hija que nunca había podido reír. Tanta era la amargura del rey que ofreció la mano de la princesa a cualquier ser humano que fuera capaz de hacerla reír. Para suerte de burrin, la triste muchacha se encontraba en ese momento descansando en su alcoba, y al ver aquella fila de personas y animales arrastrándose por el suelo, estalló en miles de carcajadas, por lo que el rey no tuvo más remedio que casarla con el atontado muchacho.
Así fue que, en poco tiempo, burrin logró casarse con la princesa para comenzar a vivir una vida llena de alegría y felicidad y al final se hizo un Booyah FIN.
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